El poeta profundo de la sencillez de Ricardo Boza Sánchez
Cita esta entrada así:
Zosa-Cano, A, (2025). El poeta profundo de la sencillez de Ricardo Boza Sánchez. Revista Albores Caipell. https://revistaalborescaipell.com/el-poeta-profundo-de-la-sencillez-de-ricardo-boza-sanchez/
Datos de publicación (revista completa):
Publicación: Revista Albores Caipell
Año de publicación: 2021
Número | volumen: 2 | 1
Link de visualización: https://www.calameo.com/books/006684502e6f19c523227
Zosa-Cano, A. (2021). El poeta profundo de la sencillez de Ricardo Boza Sánchez. Revista Albores Caipell, 1(2), 5-8. https://www.calameo.com/books/006684502e6f19c523227
Alexander Zosa-Cano1
Miembro correspondiente
Academia de Geografía e Historia de Nicaragua
Me he soñado joven
y me he soñado muerto y enterrado.
Carente de flores, lágrimas y oraciones,
mi lecho es una tumba triste y abandonada.
Y la única flor que a mi tumba
ha de llegar, es de mi hermana Cecilia Dolo-res,
pero lamentablemente, ¡Señor!,
esa flor marchita
a mi tumba triste ha de llegar.
Don Ricardo Boza Sánchez (Masaya, 1942) permanece en constante búsqueda de su propia palabra e identidad; de su plenitud y visión del mundo enraizado en Santo Tomás de Lovigüisca. Desde su poemario Mis huellas quedarán aquí (Santo Tomás: Editorial Huellas, 2019) nos ha dejado un espléndido testimonio de sus vivencias de hombre enamorado, de su mundo y de quienes lo habitan. El poema, en estudio, es parte de la obra El poeta profundo de la sencillez (Santo Tomás: Editorial Huellas, 2020), de breve contenido estructural, pero de enorme contenido humano. Nos muestra la sensibilidad y la certeza de la muerte. En estos versos titulado «Señor», el poeta Boza, plantea que todo en la vida es parte del ciclo: un día «hacía poemas de niño», otro «me hice hombre» y en otro estaba «en el ocaso de mi existencia». Aunque no se desvanece ante ese discernimiento, es honesto consigo: «la muerte nos persigue y nos acecha cada día». Mientras tanto, la poesía será ese velero de la vida en libertad que lo mantendrá joven. Pero una poesía sin rebuscamientos, es decir: la sencillez de la poesía como una búsqueda constante.

En este poema se denota —como temática— la visión dolorosa de la muerte prematura. Está compuesto de una estrofa y nueve versos libres asistidos de musicalidad por la reiteración de los vocablos. Tiene tres apartados, claramente definidos: el primero (versos 1-2), el poeta ha tenido experiencias oníricas: se ha visto joven (lleno de vida), pero en antítesis: muerto y enterrado; en el segundo (versos 3-4), la tumba está abandonada y no hay flores, lágrimas ni oraciones; y en el tercero (versos 5-9), evoca un lamento al Señor por la correspondencia tardía de la flor que le llega a dejar su hermana, doña Cecilia Dolores.
Los versos (1 y 2) el poeta deja entrever «Me he soñado joven / y me he soñado muerto y enterrado» contraponiendo las ideas «joven», lleno de vida, y «muerto». Sin embargo, el argumento verbal del sujeto no está presente en «Yo» sino en el pronombre personal átono «me» que el poeta utiliza para referirse a sí mismo. Luego con el pretérito perfecto compuesto (he soñado) introduce el sustantivo «joven» para evocar los tiempos primaverales, dicho de otro modo y utilizando sus palabras: «mi alegría / mi bonanza y hasta los recuerdos / de mis dulces damas». Retoma los mismos vocablos «y me he soñado» para unir el adjetivo «muerto» y, por último, «enterrado». Nótese el ciclo que nos presenta el poeta: vida-muerte-sepulcro. En estos aparecen de manera consecutiva las expresiones con sonidos iguales «Me he soñado joven / y me he soñado muerto y enterrado» todo premeditado por su autor, pues tiene la finalidad de embellecer los versos musicalmente.
Luego en los versos (3 y 4) nos transporta a una imagen decadente pues el espacio donde descansan sus restos los describe en una acumulación de términos semánticamente complementarios al primer apartado: la tumba está sin «flores, lágrimas y oraciones». Todos introducidos por el adjetivo «carente», y ordenados en forma ascendente. Esta misma imagen, la usó en el poema El último adiós donde inserta el verso «lágrimas, rostros tristes y muchas flores». Como podrá leerse el término que difiere en los dos versos es «oraciones» pues su ángel no las necesita, él si, por su condición mortal. Agrega, posteriormente, en una relación de semejanza «mi lecho es una tumba» pero no cualquier tumba, recurre a la adjetivación para sostener en un solo aliento «es una tumba triste y abandonada» figura que también utiliza en el último verso «flor marchita» para aducir a la tardanza con que se le entregó. Por otro lado, en su construcción poética los adjetivos «triste» y «abandonada» aducen las cualidades humanas, convirtiendo así, el poeta, una experiencia privada sobre la muerte en testimonio de todos.
El último apartado, compuesto de los versos (5-9), el sujeto lírico con versos encabalgados llega al clímax: la gradualidad del proceso ante la muerte; pero esta, ante la soledad. Utiliza los cambios de los accidentes gramaticales en los tiempos verbales para introducir el verso precedido por la figura más solemne del poema: su hermana Cecilia Dolores. Ella en virtud a la deferencia es quién le llega a dejar «la única flor» como una respuesta a su petición emplazada en los dos últimos versos del poema Mi ciudad natal: «y sobre mi tumba pido que pongan / una flor, y nada más». Ese conocimiento pos morten hacen que el poeta haga énfasis en la expresión «pero lamentablemente, ¡Señor!» en una interrupción casi prediseñada. ¡No es un amigo, un hijo/a, es doña Cecilia de los Dolores, de los pesares y de las tristezas! Es un suplicio vehemente puesto al Arquitecto del Universo. Y continúa con el verso «esa flor marchita» que podría referirse a la ancianidad de su estimada hermana o al estado físico por la parsimonia de la flor. Los dos casos son fundamentales para que asuma la pertenencia de la tumba y la realidad que le acecha con el pronombre posesivo «mi». Y reiterativamente sostiene «ha de llegar» (versos 6 y 9) como una expresión intencionada o de conocimiento previo: «Y la única flor que a mi tumba / ha de llegar, es de mi hermana Cecilia Dolores».
Hemos sostenido —estimados lectores— en un solo aliento, la oportunidad de recorrer, de manera abreviada, la muerte como constante en la poesía de don Ricardo Boza Sánchez. Tanto en «El último adiós», «Cuerpo y alma», «Deseo imposible», «Triste realidad» y otros registros poéticos de Mis huellas quedarán aquí (2019) como en este poema, el tema es recurrente. Se hace gala de los recursos literarios: la personificación, metáfora, adjetivación, aliteración, reiteración, sinatroísmo, enálage, y el clímax, todos coordinados para matizar la estrofa y expresar con la naturalidad poética una de las etapas del individuo: la extinción corporal. En este poemario El poeta profundo de la sencillez (2020) don Ricardo Boza Sánchez descubre que la sencillez no es un privilegio de muchos. Segura-mente él está haciendo vida las palabras de Ernest Hemingway «El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera».
- Licenciado en Ciencias de la Educción con mención en Lengua y Literatura Hispánica por la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). ↩︎
*****